Estimados visitantes,
Mi madre me envió este hermoso texto de un libro. Una relación entre humanos y cómo las ballenas hacen el amor:
Los hombres caminamos erguidos.
Para empezar, miramos al cielo azul, lo más erguidos posible. Luego ponemos un pie delante del otro, luego el otro, luego el otro, y así indefinidamente. Esta es nuestra forma de alcanzar nuestro objetivo, si es que nos hemos fijado uno. A veces caminamos de forma desordenada, despreocupados y felices.
Al final, no importa. El movimiento es el mismo. Un pie delante del otro, de pie. Nunca lo olvides.
Para las grandes ballenas es diferente. Se enfrentan a las olas hundiendo en ellas sus aletas. Ondulan en el océano infinito, cosquilleadas por los remolinos de agua sobre su piel.
A diferencia de nosotros, no tienen que poner un pie delante del otro todo el tiempo. Gracias a las aletas de su cola, pueden ir adonde quieran, y sus gigantescos cuerpos describen magníficas curvas. Cuando una ballena se impulsa hacia adelante, no lo hace poniendo dos diminutos pies delante del resto de su cuerpo, sino hendiendo el agua con su enorme cabeza. Las ballenas se tumban cuando se mueven, no lo olvides tampoco. Cuando los humanos hacen el amor, también prefieren tumbarse. Así pueden mirar a su amada, sondear sus pensamientos profundos y tácitos, desentrañar sus secretos. Cuando las personas se tocan, sus manos ya no sirven para hacerlas avanzar, sino sólo para el contacto entre ellas. Y si todo va bien, cuando hacen el amor, a veces su unión va más allá de ellos. Esto es importante, tú tampoco debes olvidarlo.
Por otra parte, dos ballenas no se tumban durante un encuentro amoroso. El ojo humano puede verlas a varios kilómetros de distancia. Dos criaturas gigantescas suben a la superficie del agua, chocan entre sí, un chorro de aire húmedo sale de sus pulmones en un estruendoso chapoteo. Es un tributo al deseo. Así que las ballenas hacen el amor de pie. No pueden mirarse durante el acto, porque sus ojos están colocados a ambos lados de sus enormes y chorreantes cabezas orientadas hacia atrás. No pueden levantar los ojos al cielo, que está tachonado de pequeños puntos brillantes, ni sondear al otro para revelarle sus secretos, ni abrazarlo tiernamente con sus aletas. Pero su pasión es tan grande que hace vibrar cientos de toneladas de carne.
A nosotros, seres humanos que sólo pesamos unas decenas de kilos, nos cuesta imaginar el deseo colosal, inmenso, inconmensurable de la ballena. Cómo podemos imaginar la intensidad de esta unión. Y cuando estos gigantes marinos se separan por fin, vuelven a hundirse pesadamente en el mar helado, colmadas, sumisas, deslizándose en su elemento. Las ballenas renacen mientras se hunden en el abismo.
¡Es tan bonito! ¡Gracias mamá!
¡Feliz fin de año 2012 a todos!
Les Bergeronnes - Qc, Canada - Noviembre 2012
Julien Marchal